De David Owen a Luis Abinader: «El verdadero arte de gobernar, mente abierta, autoconfianza y sabiduría para cambiar»
Esto sugiere que un buen líder no es aquel que persiste en sus políticas a toda costa, sino el que tiene la agudeza para reconocer cuándo se está equivocado y el coraje para corregir el curso, priorizando el bien común sobre cualquier otra consideración.
Por Rafael Méndez
«Si la mente está lo bastante abierta como para percibir que una determinada política está perjudicando en vez de servir al propio interés, lo bastante segura de sí misma como para reconocerlo, y lo bastante sabia como para cambiarla, eso es el súmmum del arte de gobernar»
El planteamiento del párrafo precedente es del político y médico-neurólogo británico, David Owen, sacada de su libro «En el poder y en la enfermedad», que tiene como subtítulo «Enfermedad de jefes de estado y de gobierno en los últimos cien años». «Este libro revisa los casos desde la perspectiva del trastorno concreto y diagnosticable y estudia las enfermedades padecidas por jefes de estado y de gobierno, como John F, Kennedy, el sah de Persia o François Mitterrand, entre otros.
«Este libro nos hemos ocupado con algún detalle de las enfermedades que los jefes de estado o de gobierno padecían cando ocuparon el cargo o desarrollaron durante sus mandatos, así como las consecuencias que tienen dichas dolencias para la tarea de gobernar. Pero existe también un interesante fenómeno que está lejos de ser infrecuente, que la experiencia misma de ocupar el cargo parece infectar a los dirigentes con algo que he denominado síndrome de hybris».
Owen entiende que un verdadero estadista debe poseer no solo la capacidad de diseñar e implementar políticas, sino también la humildad y la inteligencia emocional para reconocer cuándo esas políticas están fallando y, lo más importante, la valentía para cambiarlas…»Cambiar de política es un acto que exige madurez y visión, pues implica renunciar a la terquedad y priorizar el bienestar colectivo sobre las apariencias o los intereses personales».
Cualidades inherentes de un estadista
Mente abierta: Este aspecto implica que un gobernante debe estar dispuesto a cuestionar sus propias creencias y aceptar que una política puede no estar cumpliendo su propósito. Aquí se destaca la importancia de la autocrítica, algo esencial para cualquier líder que busque servir de manera genuina a su pueblo. La mente abierta es un antídoto contra el dogmatismo y la inflexibilidad, cualidades que suelen llevar a la obstinación y al fracaso.
Seguridad en sí mismo: La capacidad de reconocer los errores sin temor a perder autoridad o respeto indica un nivel elevado de confianza. Un líder seguro de sí mismo no se aferra a una política simplemente para proteger su ego o su imagen pública. Por el contrario, la autoconfianza le permite aceptar la crítica y ajustar el rumbo cuando es necesario, sin ver en ello una amenaza a su legitimidad. En muchos casos, esta seguridad es lo que diferencia a los líderes efectivos de los que caen en la trampa del narcisismo o la soberbia.
Sabiduría para cambiar: La sabiduría aquí se refiere a la habilidad de comprender el contexto, analizar las consecuencias y modificar estrategias. Este es el punto culminante del «arte de gobernar» según Owen: la capacidad no solo de planificar y ejecutar, sino de adaptarse. Cambiar de política es un acto que exige madurez y visión, pues implica renunciar a la terquedad y priorizar el bienestar colectivo sobre las apariencias o los intereses personales.
El arte de gobernar: autocrítica, seguridad y sabiduría
El político y médico-neurólogo, quien ocupara importantes posiciones en Inglaterra destaca una actitud de liderazgo dinámica y evolutiva, y advierte que los líderes que exhiben estas cualidades son capaces de reconocer la realidad cambiante, evaluar el impacto de sus decisiones y hacer los ajustes necesarios para evitar que una mala política cause daño. Esto se opone directamente al perfil del gobernante obstinado o vanidoso, que se aferra a sus políticas por orgullo o por una visión distorsionada de la realidad.
En esencia, Owen resalta que el «arte de gobernar» no radica en la mera aplicación de la voluntad propia, sino en la combinación de autocrítica, seguridad y sabiduría, lo que sugiere que un buen líder no es aquel que persiste en sus políticas a toda costa, sino el que tiene la agudeza para reconocer cuándo se está equivocado y el coraje para corregir el curso, priorizando el bien común sobre cualquier otra consideración.
Uno de los fundamentos del planteamiento de Owen también subraya la importancia de la humildad en el liderazgo, un aspecto que a menudo se pasa por alto en la política. «La humildad, no implica debilidad, sino una fortaleza interna que permite a un líder reconocer sus propias limitaciones y aprender de sus errores. Esta actitud va en contra de la tendencia de muchos gobernantes a adoptar un enfoque inflexible, que a menudo deriva en políticas ineficaces o, peor aún, en crisis autoinfligidas por la incapacidad de corregir el rumbo».
Además, la cita de Owen puede interpretarse como un llamado a los líderes para mantenerse conectados con la realidad y con las verdaderas necesidades de su sociedad. Un líder que es «sabio para cambiar» demuestra una sintonía con las complejidades del contexto en el que gobierna, así como una disposición a aprender continuamente, «lo que contrasta con los líderes que gobiernan con una mentalidad cerrada, aferrándose a políticas fallidas por orgullo o ceguera ideológica».
En última instancia, el «súmmum del arte de gobernar», que Owen describe en el citado libro, se basa en la capacidad de liderar con una mente abierta, una autoconfianza equilibrada y una sabiduría práctica, combinación esta que permite a un líder ser tanto visionario como pragmático, capaz de mantener un rumbo flexible que se adapte a las cambiantes realidades y necesidades de su pueblo.