Maduro logra reelección en Venezuela, pero seguirá batallando con el cuestionamiento internacional

Nicolas Maduro pasó de ser un personaje secundario cuando Hugo Chávez estaba al mando de Venezuela a gobernar el país, en sus propias palabras, con mano de hierro. Ahora en un nuevo mandato, que logró en medio de una controversial elección, afronta una nueva etapa en la que tendrá que lidiar con las dificultades económicas y con el malestar de un sector de la población que buscaba un cambio en el poder.

Deberá seguir batallando, al igual que tuvo que hacer en la última década, con los cuestionamientos de la oposición y de parte de la comunidad internacional que no reconoce su victoria, ante sus promesas estabilidad social en Venezuela.

Tras once años en el poder, en los que tuvo que sobreponerse a insurrecciones de sus adversarios y protestas de la población, así como navegar entre sanciones comerciales, el aislamiento internacional, sublevaciones en las filas del oficialismo y el deterioro de la economía nacional, Maduro debió enfrentar en estos comicios la candidatura de un bloque opositor que alimentó entre los suyos anhelos de cambio y esperanzas de un futuro mejor para Venezuela.

Por primera vez en su carrera política, el exsindicalista del Metro, de 61 años de edad, se midió en las urnas sin el respaldo de popularidad que heredó de Chávez (1999-2013) tras su muerte y que lo impulsó en la elección de abril 2013. Tampoco con la ventaja que tuvo en los cuestionados comicios del 2018 cuando compitió prácticamente solo, luego de que la coalición opositora se negara a participar alegando la falta de garantías.

Maduro logró imponerse el domingo con un 51.20% de los votos, y superar a su rival, Edmundo González, quien era el candidato de la principal coalición y cosechó un 44% del respaldo popular.

Su recorrido al frente de Venezuela comenzó desde un segundo plano.

Hasta la noche del 8 de diciembre del 2012, cuando Chávez sorprendió al país al aparecer por última vez ante las cámaras de televisión tres meses antes de morir junto a Maduro, nadie esperaba que nombraría a su leal colaborador desde los tiempos del fallido golpe de 1992 como su heredero político.

En su discurso televisado, el fallecido mandatario identificó al entonces vicepresidente de 50 años como un “revolucionario a carta cabal, de gran experiencia a pesar de su juventud, gran dedicación al trabajo, gran capacidad para la conducción de grupos”.

En medio de la incertidumbre que generó la muerte de Chávez el 5 de marzo del 2013, Maduro asumió la conducción de un país sobrecogido por la desaparición de su líder fundamental.

En ese momento pocos confiaban en que el exdirigente sindical y chófer del Metro, sin estudios universitarios, que solo tenía como experiencia los seis años como diputado y presidente del Congreso, seis años frente a la Cancillería y un par de meses en la Vicepresidencia, pudiera asegurar la supervivencia del proyecto político de Chávez.

Maduro era identificado por sus adversarios como una persona con escasos conocimientos y se burlaban de él llamándolo “maburro”, recordando el episodio en el que aseguró que Chávez se le apareció en forma de pájaro tras su muerte.

Pero el político izquierdista enfrentó en abril del 2013 su primera prueba de fuego cuando compitió contra Capriles en unas elecciones que ganó por un estrecho margen. En esos primeros años de mandato, Maduro se concentró en preservar el legado del fallecido líder así como sus políticas de controles.

Pese a su victoria electoral sus adversarios no le dieron tregua. En 2014, la oposición más radical, que ya integraba Machado, llamó a protestas callejeras en la capital venezolana y otras ciudades que dejaron 43 fallecidos y decenas de arrestos. Entre ellos, fue detenido el líder opositor Leopoldo López por casi cinco años.

Compartir en Redes Sociales